01 Oct Querer es Poder
Cuando terminé la Primaria quería seguir estudiando pero mi padre se opuso; éramos cosecheros de algodón y había que ir al campo. Fue inútil que lo fueran a ver mi maestra del último año y la directora de la escuela. No hubo caso.
Para ese entonces la lectura se había transformado en una obsesión para mí. Era de rápida comprensión y buena redacción, no así para los números, en los cuales aún soy nulo. Nunca renuncié al sueño de estudiar, aunque sin saber qué. Pasé un par de años en el campo como peón, pero comprendí que ahí mi sueño se alejaba cada vez más.
Volví al pueblo, General Pinedo y, entre changa y changa, seguía devorando todo libro o revista que caía en mis manos; el “berretín” del estudio me perseguía.
Decidí probar suerte en otras latitudes: Sáenz Peña y Resistencia, en el Chaco, Laguna Paiva y ciudad capital en Santa Fe, y finalmente Buenos Aires Capital: trabajo había, pero era imposible estudiar por razones obvias.
De vuelta a General Pinedo conseguí trabajo como obrero municipal a principios de los años 70 y al poco tiempo me integré a un grupo que estaba en gestiones para la creación de un colegio secundario nocturno. Y el gobierno municipal electo en 1973 tomó el proyecto como prioridad uno: así fue que en poco tiempo ya teníamos 105 inscriptos (yo entre ellos) y el Ministerio nos había pedido un mínimo de 100 de manera que el Primer Ciclo Comercial Nocturno comenzó a funcionar en abril de 1974; yo cumpliría 30 años en junio.
Al principio yo sentía algo de vergüenza, pero como me iba bastante bien decidí seguir hasta terminar como Perito Mercantil en 1977 pero ese título no me ofrecía muchas posibilidades de progresar. Quizás ambicionaba demasiado pero dos materias me habían atraído desde un principio: Historia y Geografía, aunque era una utopía pues mi familia no estaba en condiciones de ayudarme y yo tendría que conseguir un trabajo para sobrevivir.
Uno de esos días, estando en casa de unos amigos, me enteré por el diario que el siguiente año se abriría en la U.N.N.E un profesorado a término de Historia, Geografía y Formación Cívica, que duraría cuatro años. Parecía un designio del destino. Sin pensarlo más decidí que iniciaría esa carrera, de manera que a fines de enero de 1978 me encontraba en Resistencia pues debía comenzar el curso para el examen de ingreso
Recién entonces dimensioné mi situación; con los pocos pesos que tenía podría “tirar unos días”: ¿y después?…no tenía trabajo ni donde vivir… y estábamos en tiempos del proceso.
Decidí hacer lo que me pareció más atinado: me presenté en una seccional de policía y expliqué mis intenciones y mi situación. Tras un tedioso interrogatorio un oficial, previo sello y firma, me entregó un papel para que le entregara en la delegación de la Policía Federal que estaba en la estación de trenes a fin de que me dejaran pasar allí las noches (no digo dormir pues los mosquitos lo hacían imposible).
Gracias a Dios aquello no duró mucho pues al poco tiempo, debido a la intermediación del tío de un amigo conseguí ir a vivir en La Fraternidad, un gremio de los ferroviarios maquinistas al mismo tiempo que conseguía un trabajo con pintores de casa, uno de mis oficios.
Pero la gran aventura recién comenzaba: no podía trabajar y estudiar al mismo tiempo, así que decidí seguir con el trabajo y rendir como alumno libre en la facultad… no libre, con tanta buena suerte que aprobé el examen de ingreso con buenas notas. Sabía que a varios profesores no les agradábamos los alumnos libres, pero yo no tenía alternativa alguna, de manera que seguí con mi trabajo y rendiría las materias de la carrera como libre. Fueron los dos años más duros para mí; en algunas materias tuve que presentarme hasta tres veces para poder aprobar y siempre me recalcaban que nunca llegaría a ser un buen docente si no cursaba las materias.
Nuevamente mi buena suerte y un crédito otorgado por el I.N.C.E. (Instituto Nacional de Crédito Educativo) que existía entonces pude cursar la carrera los dos últimos años, aunque seguía trabajando medio día. De todos modos tuve que pasar muchas necesidades ya que el crédito no era en mensualidades sino en remesas trimestrales y cuando estaba flojo el trabajo fueron muchas las veces que pasé días sin tener ni un trozo de pan para comer.
Pero aún faltaba un trago amargo antes de finalizar la carrera: ya había finalizado las prácticas y me faltaba la residencia y una última materia. Pero ocurrió que a la profesora a cargo de las residencias la habían operado de vesícula por lo que mi residencia pasaría para el año siguiente (1982). Estábamos a fines de 1981 y yo ya andaba con problemas en la vista.
Me dirigí a Alumnado, Secretaría a quien quisiera prestarme atención hasta que el caso llegó a oídos del Decano, Dr E. Bruniard, quien me citó en su oficina y cuando supo bien de mi situación no solamente me permitió hacer la residencia, sino que hizo que la Facultad de Humanidades pagara al oculista y mis primeros anteojos. Finalicé con éxito mi residencia; el 10 de marzo aprobé la última materia y comencé a trabajar como docente el mismo mes.
En pocos años pasé por los colegios de General Pinedo, Charata, y Capitán Solari, hasta que llegué a Hermoso Campo donde me encontró el final de mi carrera y espero el de mis días.
Desde el principio de mi tarea docente comprendí que en la Universidad no me habían dado un recetario infalible para educar, sino las herramientas básicas para llegar a ser un buen docente algún día. Los métodos y técnicas estudiados no se acercaban, ni mucho menos a las particularidades de los grupos humanos con los cuales debía trabajar, pues a cada uno correspondía un tiempo histórico, un espacio geográfico y una idiosincrasia únicos. Desestimé totalmente los planes de clases que nos enseñaron en la facultad. Me di cuenta de que no existen los grupos homogéneos, que las capacidades, aptitudes y actitudes muy poco tienen que ver con la edad y tampoco con la situación socioeconómica del alumno. Cada uno es distinto de los demás pues el elemento humano que recibimos, positivo o negativo, es producto de la educación que recibió en el hogar en sus primeros doce años de vida.
Si plantamos un árbol aislado y no lo cuidamos, no lo regamos ni protegemos de los elementos, no solo no crecerá sano y fuerte, sino que los vientos lo torcerán en una u otra dirección. Si, además de protegerlo del frío o del calor excesivo, lo regamos y le colocamos un tutor, crecerá fuerte y sano y se erguirá hacia el cielo. Lo mismo ocurre con el ser humano; una vez que creció torcido por “los vientos de la vida” es imposible enderezarlo. “Todos los métodos y ningún método… he ahí el método”-José de la Luz y Caballero-
Hoy, jubilado y casi al fin del camino compruebo que no hice mal mi trabajo, aparte de haber aprendido mucho de la gente. Nunca me sirvieron los “cursos de perfeccionamiento”, los que, según mi opinión, no hicieron más que generar competencias y rivalidades dentro de la docencia con tal de sumar puntaje. ¿Se aprendía…?.No importaba. Lo único que contaba era el puntaje que se les asignaba; pero casi nadie tenía una biblioteca en su casa, aunque todo docente debe saber que si tiene que enseñar hasta 10, tiene que saber hasta 100.
Se de muchos que son profesores, licenciados y hasta doctor en esta carrera, pero que aún les falta aprender a ser realmente DOCENTES.
Actualmente hay que estar dispuestos a realizar enormes sacrificios para enfrentar la realidad: desjerarquizados, desatendidos en sus reclamos por sus derechos constitucionales, un sistema que, lejos de racionalizarse se burocratiza cada vez más, mal conceptuados por la sociedad y peor pagados por el Estado, se me ocurre que en poco tiempo la “especie docente” pasará a engrosar las listas de especies en peligro de extinción … porque desde toda tribuna se declama exhortando a esfuerzo, al sacrificio la vocación profunda de servicio que este momento histórico reclama. Pero “del dicho al hecho hay largo trecho” animémonos y vayan es el lema y los que más insisten en el tema no saben cuál camino es más derecho. Y cambian los gobiernos y los lemas con las propuestas más disparatadas y con “recetas” de afuera, mal copiadas se pretende arreglar nuestros problemas. No comprenden aún que una nación no se engrandece con asistencialismos sino con un plural protagonismo que no se logra si no hay EDUCACIÓN.
Pedro Alberto Acuña
Hermoso Campo, Chaco