Los Sánchez de Canchuela

Los Sánchez de Canchuela

 

“Mi madre se llamaba Juana Mamani y mi padre Leonardo Sánchez. Éramos cinco hermanos los Sánchez: Liberato, el mayor;  Claudia; yo y luego dos mujeres más: Andrea y Sixta; todos del distrito de Canchuela, a cinco km del departamento de Santa Catalina, en la provincia de Jujuy. Santa Catalina es grande y tiene muchos distritos pero muy poca gente.  La última vez que fui, hace unos cuatro años, conté dieciocho ranchitos, todos de adobe. De Santa Catalina a Canchuela hay que caminar tres horas porque no hay movilidad. Hay taxis o fleteros que te llevan a Canchuela pero deben cobrar caro. Canchuela está entre Santa Catalina y Oratorio (cerca de Chile)”.

Así comenzó el relato don José, hablando de los Sánchez de Canchuela con mucho orgullo pero al mencionar a sus hermanos, en especial a la menor, don Sánchez lloró. Sixta Sánchez era la más pequeña de las hermanas de don José, dice que falleció a los diez años de edad. Don José tenía 15 años y recuerda muy  triste este  momento. Para evadirlo del tema de su hermana, le pedí que me cuente cómo eran los velorios y los entierros en Santa Catalina por los años 60.

 

Velorios y entierros en la Puna Jujeña

“¡Allá, los difuntos se enterraban sin cajón! Apenas eran envueltos en una frazada o en sábanas. Así era hace 50 años, por el año 1960. Yo lo recuerdo muy bien porque tendría entre 8 y 10 años. La persona moría y la velaban en la casa, en el piso. Recuerdo la muerte de una señora viejita que vivía sola en su casa. Observábamos que las ovejas entraban y salían de la piecita de la viejita y que el fuego ya no estaba encendido porque no se veía salir el humo. Los vecinos fueron a ver y encontraron a la viejita muerta en su camita.    Allá, hay que tener aunque sea una pequeña braza con ceniza ya que el frío llega a los 15 y hasta 18 grados bajo cero. En abril, el agua queda congelada. Recién en octubre se derrite. Seis meses, el agua de los arroyos está congelada. Se forman capas de hielo de 30 cm de alto y otras más finas que se congelan y descongelan a diario”.

                                              

Oro en Santa Catalina

Santa Catalina es una zona rica en varios minerales, entre ellos el oro. Siempre  se escucha que en los ríos de Santa Catalina, se pueden encontrar pepitas de oro. Don Sánchez dio fe de ello. “Encontrábamos chispitas de oro que debían pesar un gramo, o sea que eran chiquititas. Siempre en el río, en los arroyos que bajan del cerro. Cuando llueve baja el agua y al ratito ya no hay nada. Con un fuentón, cargábamos la tierra del arroyo y sacábamos lo de arriba. Abajo, al último, a veces quedaban las chispitas de oro, envueltas en un barro negro. Las vendíamos a los comerciantes pero como nos daban  “chauchitas”, o sea poco dinero;  entonces convenía cambiarlas por mercadería”. 

 

Un estudiante muy inocente

Don Sánchez estudió siempre en varias escuelas, en las escuelas de Oratorio, Hornillos y Puerto Chico y por supuesto, en Canchuela. La escolaridad en diferentes instituciones se debía a que su madre era pastora de ovejas. Diferentes dueños la contrataban para cuidar el ganado ovino, entonces tenía que trasladarse de un distrito al otro y a donde iba la madre, llevaba a sus hijos y por esta causa, los niños debían cambiar de escuela.

“Cambiaba de escuela y por eso nunca pude pasar de grado. En una escuela, la maestra enseñaba la letra “B” y hacía el sonido “bbbbbb”; y en la otra escuela, la otra maestra decía que era la “BE” y algo parecido pasaba con la letra “M”. Con la letra “A” no había problema porque era “A” en todas las escuelas pero con la letra “Ñ” sucedía lo mismo que con la M”. 

“Recuerdo que para ir a una de las escuelas,  debía caminar tres horas de ida y tres horas de regreso. En total caminaba seis horas, a ese tiempo había que sumarle las cuatro horas que estaba en la escuela. En total, eran diez o doce horas que estaba ausente de mi casa. Yo no conocí el Jardín de Infantes y sólo llegué hasta tercer grado. Una de mis maestras fue la señora Blanca de Morales, ella daba la clase para todos los alumnos y su marido: César Farfán nos hacía jugar a la pelota. Deben estar vivos todavía”.   

 

Estudiar en Oratorio

“En Oratorio estaba una de las escuelas a donde yo estudié.  Esta escuela  era nacional y allí nos daban útiles escolares, ricos almuerzos y té. El año en que fui a esta escuela, estaba Perón en el gobierno. Entonces conocimos las zapatillas, las pelotas de cuero. Por un tiempo dejamos de jugar al fútbol con las pelotas de trapo. También nos daban ropas, que nos poníamos para el 9 de Julio y el 25 de Mayo. ¡Cuidábamos tanto nuestras ropas para que lleguen hasta el carnaval!  Yo por eso, desde chico soy peronista, lo mismo que de River. Algo que siempre voy a recordar son las Fiestas Patrias;  ¡allá eran lindas las fiestas! Ahora, aquí no hay nada; los chicos de ahora sólo quieren el feriado y no saben ni porque es. Un día patrio iniciaba con el desayuno que era un chocolate caliente con pan o galletitas. Luego, de almuerzo: asado de cordero o de llama. Todos colaboraban con algo. Algunos padres o familiares iban llevando leña o carne. 

Después del almuerzo recitábamos poesías, contábamos cuentos o copleábamos y empezaban los juegos. Competíamos para ver quién comía más rápido un bollo con una gaseosa. La gaseosa era la Chinchivila que era roja, amarilla o verde; de 250 cc. Venía en una botellita de vidrio con tapita de chapa. Los juegos eran: enhebrar la aguja; correr la carrera de embolsados o la carrera llevando en la boca, la cuchara que sostenía un huevo. También jugábamos a sacar la moneda del sartén con los dientes y nos manchábamos con hollín y a ponerle la cola al chancho con los ojos vendados. Y nunca faltaba el juego del gallo ciego que consistía en escapar del gallo que tenía los ojos vendados y estaba mareado. ¡Así pasábamos un día patrio, hermoso!. Al caer la tardecita, nos daban la merienda que era mate cocido con bollos y nos íbamos a la casa. Los maestros que tuve fueron muy buenos: la señora Blanca Morales y su marido: César Farfán. Deben estar vivos todavía. La maestra daba clases a todos los alumnos juntos, de todos los grados y su marido nos hacía jugar a la pelota. 

Una anécdota: un día, cuando volvíamos de la escuela con mi amigo Walter,  ¡nos pegamos un susto en el camino! Vimos un bicho fiero, de color amarillo. Pensamos que era algo así como un cocodrilo. Ese día yo no quise  continuar solo hasta mi casa y me  quedé a dormir en la casa de mi amigo porque mi casa era más lejos y yo tenía mucho miedo. Después, ya grandes,  nos dimos cuenta que aquel día, lo que vimos fue una Caterpillar, una aplanadora. ¡Cómo nos asustamos”!  

 

Las celebraciones populares

Es muy agradable y hasta divertido conversar con don José Sánchez. Él es  gordito, de cachetes colorados, de baja estatura. Es muy bromista y siempre tiene un chiste a mano. Le encanta jugar a las cartas y también al tejo. Es un hombre con visible energía; que no evidencia los 71 años que cumplirá este próximo 18 de septiembre. Va y viene en su moto, ayuda a su hijo que tiene un negocio y de vez en cuando se lo ve cortando el césped del comedor a donde va a almorzar. Y si alguien lo escuchó coplear, seguramente lo recordará por esto y le pedirá por favor que recite unas coplas. ¡Es un excelente coplero y muy fiestero!

“¡La fiesta que más me gusta es el carnaval! Es la fiesta más grande y se divierte toda la gente porque copleamos, comemos y chupamos a lo grande. El erke, la quena y la caja son los instrumentos que se usan para coplear. Esa es la alegría del carnaval del campo: cantar con la caja y coplear y comer y chupar. El carnaval Inicia el sábado y continúa sin descansar hasta el jueves pasado carnaval. Al jueves de compadres y jueves de comadres,  no le dan tanta importancia. Sólo cuenta el carnaval grande. 

La tradición es que el día sábado por la mañana, todos los creyentes en vírgenes y santos deben “bajar a su santo”, o sea que lo deben sacar de su trono para ponerlo en un lugar más central como por ejemplo la mesa. Allí lo tienen y le colocan flores y velas hasta que pase el carnaval. Después de hacer esto, la copleada puede iniciar y con esto ya inicia el carnaval: ¡copla y caja nomas!

 

 “Qué lindo se ven los pinos

 en medio las montañas

más lindos se ven tus ojos

en medio las pestañas”.

 

“En el pago a donde vivo

qué lindo es pa´ vivir

allá las mujeres pagan

queriendo con quien dormir”.

 

“Un pajarito volando

 se entretuvo en un convento

y las monjitas contentas

con el pajarito adentro”. 

 

“Navidad y Año Nuevo: estas dos fiestas no existen. Son días como cualquier otro día. Al menos en el campo, no hay cena, no hay saludos, no hay cohetes, nada, nada”.

 

“La Señalada: es cortar la oreja de los corderos, de las llamas, de los chivos y cabritos. Esta costumbre inicia en enero, cerca de febrero; o sea, después de año nuevo. Como hay varias casitas, todos los fines de semana se reúnen en una casita y en otra y otra. Es linda la señalada. Los invitados llegan después del mediodía para recibir el almuerzo que ofrece la dueña de casa. Se acostumbra a hacer la machorra, la calapurca o el asadito. Y todos comemos de pie porque allí somos tan pobres que no hay ni mesa ni sillas. Algunos se sientan en una piedra y otros están parados. 

Después del almuerzo nos vamos todos al corral. Se traen los animales y primero se agarra a una pareja borrega y carnero y se la enflora quiere decir que se le pone lanitas de color rojo en toda la mitad del cuerpo de los dos animales: hembra y macho  y recién se les corta la oreja, eso es señalar: cortar la punta de las orejas, hacer agujeros. Esto se hace con un cuchillito bien afilado o con una navajita. Sangra un poquito y cicatriza solo. 

Los animalitos nuevos que nacen en abril, mayo y junio, estos están listos para el próximo año. 

Después de los corderos y los chivos se continúa con las llamas que son más pulsudas. Mientras tanto vamos tomando algo: vino, chicha. 

Hasta que termine la señalada, está prohibido salir del corral. Quien sale del corral se gana una multa que consiste en beber más todavía. Al terminar con las llamas, se continúa con el festejo en la casa. El festejo consiste en cajeada, copleada, bebida y guampeada. Se toman las jarras de chicha sin descansar. Se challa y se pide que haya más ganado para el próximo año. Además de chicha, se toma mate cebado con alcohol; se llama yerbeado, con algunos yuyos que son remedios. Todo termina a la madrugada o al día siguiente y casi siempre con un guampeada en el cerro”.

                                             

Las comidas y las bebidas

“Las comidas de Santa Catalina están basadas en charqui y chalona (de chivo o llama), y en el maíz; sea  frangollo o sémola. 

La machorra: es harina de maíz bien tostada con carne picada. Solo estos son los ingredientes. En el campo no hay verduras y la carne es de llama, cordero o chivo. 

La calapurca: es maíz hervido con carne de llama o de oveja. Se cocina con una piedra caliente. 

El asado: de llama o de oveja, se acompaña con mote, papas andinas o pan. 

Las bebidas son: el vino, el yerbeado que es mate cebado con alcohol; en verano hacen la aloja de membrillo, la chicha de maíz o de maní. También se toma alcohol con agua pura o mezclado con algún yuyo como menta o manzanilla”. 

                          José Sánchez

silvinahogarsanantonio@gmail.com

San Salvador de Jujuy, Jujuy