El Amor Nunca Muere…

El Amor Nunca Muere…

 

Hoy muchos se preguntan qué es el amor… palabra trillada y comúnmente mal empleada… se confunde amor con deseo, ganas de compartir un lecho, falta de compromiso, cuando ello es algo más trascendental. 

Agradezco a Dios que tuve la oportunidad de conocer lo que verdaderamente es el amor… De poder vivirlo en personas cercanas y que ellas fueran un vehículo para que otros pudieran abrevar de ello y ser felices.

Transcurrían fines de los años 30 en la ciudad de Resistencia. Dos familias como otras poblaban sus calles. Una conformada por padre, madre y siete hermanos, cinco varones y dos mujeres, de religión católica, aunque no practicante. La otra, judía, compuesta por padre, madre, una tía y diez hijos, con solamente una mujer. Si bien no eran cerrados en cuanto a los ritos en sí, debido a la educación que traían de sus ancestros la respetaban a ultranza.

En esa época era difícil poder comprender que dos seres de distintos credos pudieran unirse para siempre… Pero el deseo de un amor puro y fuerte pudo más…

Pese a las prohibiciones y frente al qué dirán del resto de la sociedad lucharon para compartir su vida y crear una familia… 

No fue uno, dos… cinco… nueve sino diez años de lucha para lograrlo.

Los hechos demostraron que ellos estaban destinados el uno para el otro y el padre de la novia accedió a que pudieran consumar su matrimonio.

Ya era el año 1946 y de esa unión nace un vástago, el único, motivo de que la mujer, de edad mayor y con problemas en el parto, no pudiese aumentar el grupo familiar.

Los tres durante décadas disfrutaron de la felicidad de poder compartir bellos momentos, incluso con celebraciones donde las dos familias, se aglutinaban alrededor de una mesa común olvidando lo antes vivido. 

Pero este no fue el sublime acto de amor que me tocó compartir en mi vida de más de setenta años.

Recuerdo a dos familiares cuyas iniciales eran MA, él, y CY ella, pertenecientes ambos a la religión judía. De esa unión nace una única hija B, profesional que con el tiempo se radica en los Estados Unidos de Norteamérica.

Debido a sus ocupaciones ambos viven en un barrio de la Capital Federal hasta que M sufre una enfermedad y fallece. Su esposa queda radicada en Buenos Aires pero periódicamente viaja a nuestra ciudad donde vivían sus seres queridos.

Conservo aún en mi memoria el momento en que juntos, sabiendo del afecto que tenía por ella confiesa un hecho por muchos desconocido: cuando joven y antes de conocer a quien fuera su esposo mantuvo una relación con un joven como ella, LB, de familia reconocida en nuestra ciudad y con actividad comercial. Hoy nuevamente en una de sus periódicas visitas a Resistencia, vuelve a encontrarlo pero en una situación diferente: la familia de él, hoy también viudo, quebrada económicamente vende sus propiedades, debiendo realizar pequeños trabajos varios para poder subsistir día a día. 

Ambos mayores ya, y con el fin de poder compartir el resto de sus vidas acompañados, sin prurito alguno, se disponen a convivir en la metrópoli. 

Muchos años estuvieron juntos y frente al deterioro de la vejez, postrada ya en su lecho, él fue quien se dedicó a atenderla. 

Una amiga común se acerca a donde vivían para saludarlos en el día de la amistad y frente a la falta respuesta solicita al encargado la apertura de la puerta del departamento, encontrando a L exánime en un sillón a la entrada, mientras que C. seguía postrada en su lecho ajena a lo ocurrido.

Informada de ello una familiar cercana, contrata a un servicio de atención y a la noche pasa a ver cómo se encuentra ella. La enfermera la acompaña hasta la puerta y a su regreso la halla muerta. 

Me pregunto: ¿Hasta en esto fueron seres de luz que nacieron para vivir y morir juntos?      

Hoy más que nunca puedo asegurar que el amor nunca muere…                          

 

Juan Carlos Cerrutti

juancarloscerrutti@hotmail.com

Resistencia, Chaco