01 Oct Don Sarmiento y el Telégrafo
Cada día que Don Sarmiento llegaba a nuestra casa materna, inundándonos con su Riojanidad, su cansino andar, su melódica tonada, la humildad y su cara surcada de caminos de historias.
Hablaba de los caudillos con amplios conocimientos, ¡nos atravesó su identidad! Con mi hermano Héctor, lo esperábamos con ansiedad. Un día trajo en su viejo portafolio marrón, un telégrafo para enseñarnos el Código Morse. El y nuestro padre, a quien casi no conocimos, eran
Telegrafistas del Correo Estatal. Este es Samuelito, dijo ceremoniosamente, contando la historia de don SAMUEL MORSE inventor del CÓDIGO. Allí se conocieron y durante años, transmitieron mensajes que se traducían en telegramas para los habitantes de sus comunidades. Contaba historias comunes que acompañaron esa amistad. También traía un libretón con poemas costumbristas que nos leía, decía que nuestro padre también escribía; era un momento único e irrepetible. Don Domingo Faustino Sarmiento, (el riojano), llevaba en su cuerpo los tip tip tip… del punto y línea del telégrafo; para nosotros era un juguete, que sonaban iguales, pero cuando sus dedos índice y mayor de la mano izquierda tipeaban sobre el cabezal de madera de esa estructura de bronce, era el momento esperado. Comenzaba su apasionante relato de lo que escribía, sentíamos tener asientos privilegiados de un viaje imaginario con rumbos desconocidos y apasionantes, distancias de territorios cercanos y lejanos, en barcos surcando mares y océanos, trenes , aviones…sonaba el tip tip del Morse. Su mirada se iba transformando en una bella brújula, como comandante de la nave mayor. Con altisonante voz exclamaba -somos puentes de abrazos de madres con hijos, hijas, hermanos, logramos superar idiomas, unimos realidades entre seres humanos; también contaba sobre cómo era utilizado por los ejércitos para la guerra o golpes de estados… Mi madre agradeciendo con traslúcidas nostalgias, llegaba con la taza de mate cocido con leche y los chipacos calientes, que mi abuela Petrona, hacía al rescoldo en su braserito criollo. Él lentamente se deleitaba. Una vez le pregunté: Don Sarmiento, ¿podría comunicarse con mi padre? Me dijeron que estaba en el cielo. Él, con sus huesudos dedos entrelazando mis cabellos, no contestó, se fue cansinamente con su nostalgia vieja, de repente siento el tip…tip…
Miro a SAMUELITO que contesta. Juancito, me dijo amorosamente, vos sabes que todavía no se inventó el Telégrafo de LIBRE VUELO, pero seguro como van las cosas ¡pronto será! ¡Qué ternura, me dio esperanza! .Don Sarmiento me lo dejó de herencia, yo sigo esperando el nuevo invento. ¿Será éste, el invento de Libre Vuelo?
Juan Carlos Nieto
Córdoba Capital