Con Destino Cierto

Con Destino Cierto

 

Si bien las relaciones paterno filiales son para toda la vida, las etapas de su desarrollo son diferentes. Encontrar puntos en común siempre unen y profundizan las relaciones y nos completan a nosotros mismos.

Con Nicolás hace ya diez años que venimos recorriendo las estaciones ferroviarias de la provincia de Buenos Aires. Estamos próximos a las trescientas. Son los caminos de nuestros encuentros. Son como la vida misma, a veces ondulantes y polvorientos, inseguros, otros que se bifurcan, generando una duda o un destino incierto, otros rectos y expeditos, que invitan a seguirlos, u ondulantes, que llaman a la prudencia. Y en el trayecto intercambiamos palabras…y silencios. Tranqueras del corazón que se abren al agua fresca de los estanques que alimentan las astas de los molinos. Ruinas pretéritas rescatadas por nuestras miradas, que hurgan, interiormente, hacia nuestro propio pasado. Y a los desafíos del futuro. Y a la esperanza de un próximo viaje. Y así como hay estaciones que ni el olvido puede ya rescatar, hay otras que mantienen la ilusión de poder ser nuevamente o que son siendo otra cosa, como nos pasa a los dos, con nuestros propios tiempos. 

Me une a Jazmín su sentido práctico. Ese que manos inseguras como las mías siempre necesitan. Durante algunos años fue la Secretaria del Estudio y jamás regresó de Tribunales sin una respuesta, descansando en ella mis propias contradicciones. Y en estos tiempos, si se ha tildado el celular, como se cuelga una obsesión entre el corazón y las entrañas, su consejo, su palabra, su indicación certera, ponen fin a la incertidumbre, como quien ilumina el camino con una verdad compartida. O el televisor se ha desprogramado, entrecruzando las imágenes como un recuerdo difuso, a lo que sus manos intuitivas ponen fin, disipando la niebla espesa, con la fuerza del sol del mediodía.  Y si es confiarle un cobro o un pago el resultado está asegurado, como es seguro que un ave migratoria retornará al paisaje conocido al año siguiente. Y ahora también se sube a la historia compartida de los trenes.

Con Damián compartimos una pasión que se llama “La Voz”. Cuando se fue a vivir a Praga hace ya más de veinte años entre las cosas que quedaron de su materialidad es un CD del año 1997 que se llama “My Way. The best of Frank Sinatra”, que de tanto en tanto escucho para sentir la cercanía de su mirada y de su sonrisa, porque la música supera las distancias transformando los océanos en una melodía. Y seguir la vida musical de Frankie, es seguir el devenir de nuestros días. Los cambios de su voz, los de su estilo, sus caídas y su retorno, son como mirarnos al espejo, procurando reconocernos en aquello que permanece, aún en los transitados recovecos del tiempo, que transcurren como un río inquieto. Y entre recitales redescubiertos, interpretaciones preferidas y épocas diversas, reducimos la distancia y la extrañeza a un CD compartido.

Y con ellos los nietos. Lautaro, el hijo de Jazmín y Joaquín, el de Nicolás, que también recorren conmigo las estaciones ferroviarias, y Amanda, con su padre Damián, se suben a los trenes en República Checa. Y así, junto a todos ellos, suena la campana, que anuncia la partida del próximo viaje, en el andén de mi vida, con destino cierto.

Juan Carlos Wlasic

wlasicbarberis@gmail.com

Mar del Plata