Boris el Inmigrante y el Bar Universal

Boris el Inmigrante y el Bar Universal

 

Los altos murallones de la fortaleza de Pedro y Pablo, la belleza del Palacio de la Duma, el zar y las revoluciones obreras, la majestuosidad de ortodoxas iglesias y pobreza guerreril, de espanto y miseria y el frío, la nieve y la persecución religiosa y el exilio, todo éso trajo el Boris en su cuero curtido de leñador. Llegó de polizón en un barco inglés, un camión paisano lo trajo aquí, a la Ciudad de Campanas. Con atravesado hablar, mezcla atropelladas de señas, ruso, Idish y castellano, todos los días hacía su entrada feliz, EL BORIS. Dando alegría en aquel bar de Córdoba, llamado, ¡oh casualidad “Universal”! Allí se encuentran en alegres juegos originarios,” los inmigrantes” rusos, judíos y sirios libaneses, armenios, italianos y españoles, que son abrazados por criollos y negros, en un saludo de señas y frases de un Esperanto práctico sin fronteras, dando luz de Paz. Allí aparecían en depresivas historias de pérdidas con fétidos olores de sangre, pólvora, tierra arrasada, sus lágrimas mojaban las fichas o el naipe de cartón, contrastando con el griterío triunfal del juego momentáneo y los cánticos de origen bailados a orillas de sus sillas y acompañados por ruidosas palmas y los prolongados chistes de los mozos pidiendo silencio. Ésta es la fuerte lucha identitaria que los atraviesa. Todo esto ocurría en aquel BAR UNIVERSAL DE LA CÓRDOBA DE LAS CAMPANAS, de la calle Rivadavia 21 casi Rosario de Santa Fe. Historia real allá, por los cincuenta y pico, del siglo pasado.

I- El Niño, El Boris Y El Bar

El BORIS caminaba durante horas los pasillos dejados entre las mesas de paño verde, donde rodaban las bolas de colores de las carambolas y las del casín y las mesas del público. Los aromas del café recién molido flotaba en el aire, convertido por la vaporizadora en elixir, escapado de una botella de figón traída por los mares, de la lejana Afro. Arábigas tierras, ella va confrontando espacios cúbicos ocupados por el humo perfumado del tabaco de pipas, los cigarrillos armados por diestras manos campesinas y los empaquetados. De repente una tarde, un niño con sus cortos pantalones, camisa blanca y moño marinero, se sienta en una mesa, ¡ésto sorprende al Boris!, se acerca casi en forma reverencial, sus recuerdos atraviesan mares, océanos, territorios en unos segundos, su fantasía lo llevó a la historia que dejó allá en la Rusia de sus entrañas quizás reconociéndose. ¿Quién sos? preguntó con sus ojos vidriosos por la emoción ¡soy el hijo de doña Chicha, la quiosquera!! Él lo abrazó con profundidad paternal, ante la sorpresa de los comensales de aquel BAR UNIVERSAL de la Córdoba de las campanas. 

 

Juan Carlos Nieto

Juancanieto45@gmail.com

Córdoba Capital