04 Oct Adversidades
Nací en una familia conformada por mis padres y mis ocho hermanos en una casa muy pequeña, teníamos condiciones muy humildes ya que mi casa era de materiales como ser barro con ladrillos y techo de chapa de cartón, no podíamos acceder al suministro de agua y para proveernos de la misma, todos los días debía concurrir junto a unos de mis hermanos haciendo el camino de dos cuadras y acarrear con la ayuda de bidones dicha agua, a veces se la acercábamos a los vecinos y a cambio de esto nos daban dinero que servía, para que mi madre pudiera comprar pan al que acompañábamos con una taza de cocido, este era nuestro desayuno y aunque cueste creer muchas veces era lo único que comíamos durante todo el día.
Mi padre, trabajaba en el interior, era albañil y venía cada fin de semana, pero el dinero que él ganaba producto de su trabajo, lamentablemente lo despilfarraba en bebidas alcohólicas y a pesar de todo esto, nosotros buscamos siempre la forma de trabajar, a pesar de tener corta edad, para ayudar con algo de dinero a nuestra familia. Nuestra vida no fue nada fácil, teníamos hermanitos más chicos que necesitaban de más asistencia, comida, etc., además teníamos una nueva adversidad que enfrentar cada día, a veces, no teníamos dinero para satisfacer necesidades mínimas y otras ni siquiera un calzado con el cual poder ir a estudiar.
Mi madre era una persona muy luchadora, que siempre se esforzaba por hacer rendir lo poco que teníamos, no hacía diferencias entre nosotros y nos inculcaba que debíamos estudiar a pesar de todo para algún día ser mejores personas. Ella lavaba ropa ajena para recibir plata y ayudar con eso en la economía del hogar.
Todos los días nos levantábamos a las cinco de la mañana, juntábamos agua a cambio de eso recibíamos dinero y luego de hacer esto nos íbamos cada uno a trabajar, en mi caso de niñera.
Uno de mis hermanos, trabajaba en las casas de los vecinos y en donde le proporcionarán poder hacer alguna que otra changa, alternaba entre limpiar veredas, arreglar jardines, cortar pasto, vender pan casero y pan dulce, revistas, etc., muchas veces a cambio de esto le daban a él leche, pan, frutas y verduras que con mucha emoción traía a nuestra casa ya que para nosotros comer algo de esto era un lujo que pocas veces nos podíamos dar. La que disfrutaba mucho de comer sobre todo pan dulce era mi madre y yo tengo por coincidencias de la vida, el mismo gusto por este alimento, es así que hoy en día mi nieta siempre me trae porque sabe que me gusta demasiado.
Nunca me voy a olvidar que con una vecina nos fuimos hasta la Comisaría Tercera de Corrientes, Capital ya que era un lugar donde daban en aquellos tiempos comida y pan, para llegar hasta ahí teníamos que caminar aproximadamente siete cuadras de ida y vuelta y volver cargados de ollas con alimento caliente, que para nosotros significaba mucho ya que, en muchas ocasiones servía para darnos algo de calor esta comida porque por las condiciones en las que vivíamos teníamos mucho frío en mi casa y no nos sobraba vestimenta para abrigarnos y mucho menos para taparnos.
Una vez, tuve un trabajo con una señora que además de pagarme por trabajar de empleada en su casa, el cual hacía bajo la modalidad de cama adentro, cada vez que me pagaba yo concurría a llevarle toda mi plata a mi madre y también la señora me daba ropas y calzados para mis hermanos y para mí también, ya que ella sabía porque yo le contaba de la vida difícil que llevaba.
Algunas de mis hermanas, eran más grandes de edad que yo, pero a diferencia mía consiguieron trabajo en otros lugares y lograron conformar sus familias, al día de hoy muchos están viviendo en otras provincias que no es Corrientes.
No pudimos disfrutar de nuestra infancia, no sabíamos que era tener un tiempo para nosotros y poder sólo jugar como cualquier niño o niña de nuestra edad, porque para nosotros esto no estaba permitido, ya que teníamos obligaciones para con nuestros padres y hermanos menores, siempre estábamos muy atareados ya sea en una changa o a veces cuando mi madre por algún motivo se enfermaba debíamos cuidar de nuestros hermanitos.
Muchas veces, sufrimos de violencia física por parte de nuestro padre, que nos castigaba por el sólo hecho de que muchas veces nos sentíamos cansados de la vida que llevábamos y si queríamos reclamar algo como ser tener, aunque más no sea un momento para jugar o evitar que nos saque lo poco de plata que a veces queríamos destinar para comprarnos un calzado, cuadernos, ropa para la escuela o sólo tener ganas de comer algo dulce, todo esto era motivo suficiente para que él nos golpeará.
Era muy triste, no poder tener la oportunidad de poder comprar algo para las fiestas de la escuela ejemplo el día del estudiante, etc., nuestras maestras conocían de la situación en la que vivíamos y de nuestra economía familiar y en todo lo que podían gracias a Dios nos ayudaban. En aquellos tiempos no existía lo que hoy se conoce como planes sociales y mucho menos las asistencias que les dan a las familias para de alguna forma poder paliar su situación económica.
Festejar Navidad, Año Nuevo o simplemente nuestros cumpleaños eran situaciones inimaginables, mientras que otras familias tal vez en esas fechas tenían sus mesas llenas y sólo había alegría en sus vidas, en las nuestras sólo reinaba la tristeza y la desesperanza. A pesar de todo esto, jamás hicimos nada fuera de lugar, todo lo que ganábamos era fruto de nuestro trabajo decente.
En nuestro barrio, todos conocían de nuestras necesidades y muchas veces ellos nos daban cobijo y asistencia, frente a las situaciones de violencia familiar que padecíamos. Alguna que otra vecina siempre que podía nos daba algo de comer, lo cual nosotros agradecíamos de corazón contar con su generosidad.
Pasaron los años y fuimos creciendo, para ese entonces, muchos de mis hermanos y hermanos ya habían tomado rumbos de vida diferentes, ya sea para escapar de la situación que vivíamos en nuestro hogar, para trabajar e independizarse o para formar familia buscando un mejor porvenir y así de esta manera cambiar nuestras situaciones que no eran las mejores. Muchos optaron por comenzar muy lejos, en otras Provincias, en las cuales muchos de ellos viven actualmente, la mayor parte ya tiene nietos y algunas familias muy numerosas.
Con pocos de mis hermanas y hermanos mantengo contacto por teléfono porque viven lejos y a muchos ya por la edad se les complica trasladarse de un lugar a otro.
En mi caso, me quedé cerca de mi madre, me casé y formé familia, era muy joven cuando tomé esta decisión, tal vez analizando desde un punto de vista objetivo lo hice motivada por estar un poco cansada por la situación que me tocó vivir desde muy pequeña. Cuando tenía tan sólo 15 años conocí a mi marido, con él estoy actualmente, llevamos 54 años juntos y tuvimos hijos.
Hoy en día, vivo con él y con mi nieta, con ella cuidamos de mi marido ya que él está muy enfermo. Tenemos nuestra casa y me gusta pasar tiempo arreglando mis plantas ya que con ellas logré recrearme un poco.
Salgo a caminar siempre que puedo con mi nieta, con ella disfruto mucho ya que nos reíamos de muchas cosas, comemos todo lo que nos gusta, ella siempre me trae cosas dulces o lo que yo quiero y me dice que siempre debo disfrutar de todo lo que puedo y si bien siempre padecí de necesidades debo aprovechar los momentos que tengo y darme los gustos, todo lo que sufrí ella no lo puede cambiar, pero hace que cada día de mi vida esté lleno de felicidad y procura llenarme de mucho cariño.
Hace muchos años que mis padres fallecieron y yo estoy pronto a cumplir 70 años, una reflexión que les puedo dejar en base a todo lo que viví es que a pesar de todo lo que me tocó por las circunstancias que me dio la vida, siempre luché y trabajé para salir adelante y que si uno quiere y lo desea puede disfrutar algún día de todo lo que no pudo.
Ramona Angélica Esquivel