Viaje a Egipto

Viaje a Egipto

 

Acababa de editar mi primer libro:  ”A pesar de todo”- Iba a emprender otro viaje a España para visitar a mis hijos. Decidí entonces dar un salto que me permitiría conocer Egipto. Saqué pasaje por  Aerolíneas francesas: Buenos Aires- París-El Cairo-.En el aeropuerto DE GAULLE estuve a punto de perder el enlace desorientándome entre escaleras laberínticas.

Me senté y levantó vuelo la nave. Desde las ventanillas pude divisar algunos paisajes, sobre todo Grecia y sus islas cuando comenzaba el descenso  rumbo al río Nilo. En el hotel trabé las llaves de la valija y tuve que romperla con un destornillador que me acercaron. En el primer trayecto del bus que me llevaba pude observar la ciudad del Cairo con sus blancos y grises muy marcados. Pasamos cerca del cementerio en donde muchos ocupan las casetas de los muertos  como viviendas ocasionales. Al llegar al hotel  pude descansar hasta el día siguiente , muy temprano .Salimos hacia las pirámides que estaban cercanas, y comenzó el viaje en el tiempo ,el espacio era el mismo de hace cinco mil años , fue como trasvasar una dimensión que me dejó estática, parada en el asombro ante una vista impresionante de lo que podían construir. Se me caían las lágrimas ante las pirámides y tuve que pedirle silencio y paz al guía que no cesaba de recitar su libreto turístico, necesitaba captar todas las ondas que el campo cuántico me permitiera, sentirlas en mi piel y en mis oídos como un tic tac de horas guardadas en el misterio de la vida. El guía dio por descontado que no entraría en la angosta abertura que permitía el acceso a las entrañas de la pirámide de Kefrén. Lo que me impulsó a casi gritarle: ¿Tú crees que yo vine de Patagonia para quedarme afuera de la entrada?

Me siguió por la larga y elevada rambla de madera que ascendía hacia el vientre del monumento. En la mitad se abrió un amplio espacio muy frío en donde vimos un gran sarcófago. Kefrén  no estaba, había sido robado por los ladrones de tumbas, con el agravante de no haber dejado la imagen de su rostro. Escuchamos atentamente la historia, descansamos y emprendimos el descenso de la aventura. Afuera, a la sombra, nos acariciaron 43 grados de temperatura, lo que no obstaculizó la compra de recuerdos, fotos y saludos a los vendedores y a los camellos. El paseo por los alrededores, incluyó a la esfinge famosa y sus leyendas, donde una niña rubia de ojos   celestes parecida a mi nieta Valentina me obsequió un calendario y unos estudiantes se acercaron y conversamos. Experiencia única .Gracias. Visitar el Museo del Cairo fue otra experiencia privilegiada…no alcanzaban dos ojos ni los minutos para apreciar todo lo que podíamos producto de las manos de los artesanos y de los escribas. ¡Qué maravilla! Estatuas, juegos de ajedrez de marfil, catres de campaña, sillas y sillones hechas por aquellos ebanistas del desierto.

Entrar a la habitación destinada a Tutankamón y su familia, observar todo paso a paso, sentir, imaginar,estar presente a través de la eternidad, transpolar, comparar, revivir…sucedió todo en un instante tan largo que aún lo llevo en el oxígeno que respiro cada vez que vuelvo atrás. ¡Gracias!

No podía faltar el largo viaje en tren hasta Luxor y Karnak. En el ascensor  ,en Luxor , me preguntaron de dónde era…de Argentina –dije. Automáticamente el ascensorista  expresó: ¡Maradona!  Yo recorría y observaba no sé ya con cuantos ojos, como entre velos, los sólidos templos sobre las arenas. Hasta Karnak llegamos en faluca, cruzando el río Nilo ancho como mis emociones. Caminé entre las columnas de la sala Hipóstila como una mariposa en un bosque de palmeras. Estudié su construcción, foto tras foto, y me senté como una hormiga en sus bases circulares .Vi los monumentos de los faraones y de leones en guardia mientras Ramsés me vigilaba con mirada de eras pasadas. Roce con mis manos los grabados jeroglíficos en las paredes de altos muros y deliré poder descifrar los símbolos.

Al atardecer navegamos hasta la isla de Fhiloe, la perla de Isis, donde el paisaje aumentaba aún más su belleza y otra vez mis lágrimas  imaginaban en ese altar de piedra la ofrenda  del pan que todos los días se hacía .Sentí en el corazón que mi padre no fuera parte del momento. Luego el palacio de la reina Hatsechups, el valle de los reyes, la aldea de los albañiles y artesanos,(los primeros huelguistas)Entramos en algunas tumbas de faraones, arte que precisaba costumbres pastoriles y familias reunidas en las tareas agrícolas. ¡Qué maravilla!

La presa de Asuán, su construcción y la narración de los países que la construyeron coronó la tarde. A la noche nos esperaba la sorpresa de un paseo en barco por el Nilo, divisando El Cairo y sus vistas nocturnas. Cena y bailes típicos en el salón, oraciones cristianas y musulmanas  en la balaustrada externa. Luces y más luces en la ciudad. Al descender, bombones y más bombones nos ofrecieron producidos con la vestimenta típica de los servidores egipcios.

Me traje esencias varias, la rosa de la mesa, tierra del lugar y agua del Nilo para mi colección de tierras y aguas. Al cruzar la calle hasta el río, pisé  piedras agudas y se abrió un importante orificio en mis zapatillas. Pregunté en el idioma gestual y como pude para comprar otras. El joven, descalzo y vestido solo con una camisa larga, me miraba fijamente con sus ojos negrisimos, pensé que me entendía. Pero no, solo acercó su mano y con un tirón seco me arrancó un vello que tenía en mi lunar andaluz  de la mejilla izquierda. No sé en qué idioma le grité que salió asustado, luego el guía me llamó la atención y me llevó a hacer la compra. Percance original y único. Le comenté al chofer y al guía que acababa de editar un libro “A pesar de todo” y se lo regalé, a cambio me prometió leerlo y donarlo a la biblioteca de Literatura de El Cairo donde no había prácticamente literatura patagónica. Quizá lo hizo…me ilusionó.

Analicé el mapa del calendario que me regalaron y vi una zona nombrada como “At minia”, en donde el faraón Meneses se había establecido, lo que me dio pie para alardear  con mis nietos diciéndoles que había visitado Egipto para comprar tierras, dado que me dicen “minia”. Los convencí mostrándoles el mapa. Camino al aeropuerto no lograba salir de este maravilloso sueño que viví en una semana audaz de mi viaje. Seis veces presentó el guía mi pasaporte para poder llegar a la puerta de embarque. Dos horas de viaje y estaba en De GAULLE. No me quedaba mucho dinero, busqué la estación de trenes y me alcanzó justo para el pasaje a España. Conversamos mucho con la pasajera que me acompañaba que iba a Madrid, le dije que venía de Egipto y la charla se desato amena así que le obsequié un collar típico de los que había comprado en El Cairo, a cambio se empeñó en resarcirme con 10 euros que acepté, me compré un sándwich de atún y  llegué  a Málaga. (¿!)

Se llamaba Antonia de la Calle…y yo Milagros…

Milagros Herminia Alonso

milagrosalonso@hotmail.es

Trelew, Chubut