Una Niñez en Juella

Una Niñez en Juella

 

Francisco Sajama nació un 18 de febrero de 1942, en Juella, una localidad del departamento de Tilcara, al norte de la provincia de Jujuy. Los padres de Francisco fueron Luisa Quispe y Cecilio Sajama, los dos de Juella, la mamá criadora de hacienda y el papá sembrador y arador, se ocupaba del rastrojo. Este matrimonio tuvo doce hijos: Brígido, Valentina, Bartolina, Santiago, Marta, Modesto, Emilio, Eusebio, Maria, Teodora, Francisco y Felipe.                                                     

 “Juella era un pueblito chico, un distrito donde hay muchos duraznos. Yo iba a la escuela en Juella.  Mi escuela era la Nº 17 Gral. Belgrano y quedaba en el pueblo. Muy cerca de la escuela estaba la salita de primeros auxilios con un enfermero que siempre iba a la escuela para las fiestas patrias. A la salita nos llevaban para  curarnos de algunas lastimaduras o para vacunarnos. Si querías que te vea un medico, había que ir a Tilcara.  Lo que no había cerca era policía; en Juella no había”. 

“Yo era el mejor alumno. Me pusieron “el soldadito”, debió ser porque nunca faltaba y siempre estudiaba y cumplía en todo. En la escuelita se podía ir hasta cuarto grado o sea desde primero a cuarto, luego si querías seguir estudiando, debías ir a Tilcara o a Jujuy. La maestra era la señora Modesta y el maestro era Bartolomé Lerma. Los dos eran de Jujuy pero vivían en Tilcara. En su auto iban a Juella. Era un matrimonio joven. Los dos atendían a todos los alumnos. Éramos como 40 o 50 alumnos, de todos los grados. Jugábamos y la maestra renegaba. Nos sacábamos los botones para jugar al “ollito”. Luego en casa, te pegaba unos buenos latigazos porque el guardapolvo quedaba sin botones.  También jugábamos al trompo, a la payana, a la pelota que estaba hecha de medias, con trapos adentro”. 

“Recuerdo que en la escuela, empezamos con sumas, restas y luego multiplicaciones y divisiones. En matemática era sólo eso. Yo era muy bueno con las tablas de multiplicar; era el mejor alumnito; aunque había una compañerita que era muy buena alumna. Se llamaba Sabina Romero. Era morocha, más alta que yo, cariñosa, amable. En el último año, ya tenía 12 años y “me la ramié”. La llevé a Tilcara y nos pusimos a trabajar los dos”.

“Además de matemática, estudiábamos historia”.  Cuando Francisco relata que era muy bueno con las tablas de multiplicar, recita a todos los presentes,  todas las tablas de multiplicar y cuando dice que también estudiaban historia, pregunta a todos: “-¿saben a dónde nació Sarmiento?” Y responde: “-en  San Juan”. “-Y… ¿para qué estudiábamos a la Primera Junta, para qué?”. Y responde con mucho orgullo: -“Para saber quiénes fueron nuestros gobernantes antes y quienes han dado la libertad a la Argentina”. 

 

“A la escuela entrábamos a las 9 de la mañana. Muchos venían de muy lejos, caminando a pie. Venían de San José, Chuj Chui. La familia de Santiago Díaz mandaba dos niños y Santos Quiste mandaba tres niños  Y Cecilio Sajama ¿cuántos niños mandaba?” Y sonríe.

“La escuela era grande, hermosa; hecha por el general Perón; con techo de teja. Tenía un salón o galería grande a donde permanecíamos en los días de frio. Allí hacíamos ejercicios físicos, nos enseñaban a marchar. Tenía cuatro aulas: de primero a cuarto grado.  Había una cocina, baños, la dirección y una sala para guardar todos los elementos de estudio. De la escuela salíamos a la una de la tarde, después de almorzar. La cocinera se llamaba Andrea y cocinaba muy rico los guisos, sopas, casi todos los días comíamos mote de habas con queso, papas, trigo, quínoa y por ahí, comíamos milanesas”. No había portera, a la limpieza la realizaba un señor  que venía del pueblo, el centro vecinal  lo mandaba a limpiar la escuela”. 

“La libreta de calificaciones nos daban al finalizar el año. Durante el año lectivo en curso, no nos daban la libreta. Solo sabíamos que pasábamos de grado a fin de año. Y las calificaciones eran con números. A los niños que se portaban mal o peleaban, la señora Modesta los ponía de penitencia en  la dirección y los llevaba con el puntero a cumplir el castigo. El castigo era quedar encerrado en la dirección hasta la hora de salida y al que intentaba escapar lo volvían de la oreja”.

“En ese tiempo se hablaba mucho de Perón. A nosotros nos gustaba porque él nos mandaba regalos. Íbamos a retirar del correo: juguetes, pan de navidad, caramelos turrones. Esto era del año 50 en adelante. Se decía que era un buen presidente de la Nación. El primer presidente que tuvimos “bueno” en la Argentina. Los maestros nos hacían cantar la marcha peronista. Cantábamos al lado del mástil, siempre después a izar la bandera. Cantábamos muy bien. Y Evita mandó para nuestra escuela los juegos al aire libre: una tranca balanca o sube y baja y un tobogán o resbaladero y una hamaca. Tuvimos que ir a retira del correo. Los pusieron en el patio de la escuela y los usábamos cuando salíamos al recreo. Sólo teníamos dos recreos”. 

“Las fechas patrias se celebraban el mismo día. Por ejemplo, el 20 de Junio o el 25 de Mayo. Comenzábamos ese día izando la Bandera y cantando el Himno Nacional y la Marcha Peronista porque en ese tiempo estaba Perón y Evita, el matrimonio. Después pasábamos a la galería para tomar el chocolate con bollos. Luego de esto,  participábamos de juegos, bailábamos. Ponían la música fuerte: carnavalitos, cuecas, bailecitos, cumbia. Los padres que vivían cerca también iban. La fiesta terminaba con la bajada de bandera. Guardábamos todo, ayudábamos a limpiar y luego formábamos fila poniendo el bracito en el hombro. Nos daban a cada uno un vasito de “Chinchibila” una gaseosa que era de color verde, amarilla, roja o anaranjada y nos íbamos a la casa. 

                                                              

                                                                                           Francisco Sajama

San Salvador de Jujuy, Jujuy

Colaboradora: Silvina del Rosario Vázquez