Sobre Gustos…Aquí hay Algo Escrito

Sobre Gustos…Aquí hay Algo Escrito

                

     De niña me gustaba mirar el manual de séptimo grado. En la parte de Cs. Sociales encontraba las regiones con las provincias que componían nuestro país. En ellas los datos de la población y características de la economía. El libro tenía fotos de los hornos de carbón vegetal de Santiago del Estero, se los veía de barro, redondos como la casa de los horneros, bajos y humeantes. Los algodoneros chaqueños con la población golondrina en plena cosecha manual. Jujuy y los altos hornos  Zapla  con imponentes  chimeneas que exhalaban  columnas de combustión, considerando a Palpalá como la ciudad siderúrgica del país. San Juan presentaba el Parque Nacional Ischigualasto, decorado con la imagen de la llamada cancha de bochas. Y tanto, tanto más… He viajado a través de los textos, imaginaba, soñaba. Disfrutaba con ellos. 

     Ya de grande organizando un paseo, convencí a mi esposo para ir al Valle de la luna. Fuimos en unas vacaciones de invierno. Una experiencia fantástica. Pudimos recorrer el lugar en un trayecto de 42 kilómetros. Mi vista se recreaba con piedras erosionadas por la acción milenaria del viento, formaciones de roca similares a un hongo, a un submarino. En la segunda parada vimos una depresión profunda, como si la tierra con esa grieta nos mostrara sus entrañas, dispuestas en franjas de colores con distintos grises y rosa. Iba  encantada con el paisaje y con esa mística que genera el saber que allí existen fósiles de dinosaurios. Me llenó de regocijo comprobar que mi libro de Primaria, había sido mi primer y fiel agente  de viajes. 

     De regreso veníamos conversando sobre la travesía y grande fue mi sorpresa cuando escucho que mi compañero de expedición me dice: -¿Qué querés que te diga?  A mí invítame para ir al mar, a un lugar donde vea palmeras, vegetación, selva. Esto es un desierto, puras piedras que le ponen nombre. Estuvimos toda la tarde entre viento, tierra, arenilla y pozos, para que te cuenten que se llama valle de la luna porque tiene forma de luna creciente y el suelo es color cenizo como el lunar. A decir verdad, no sé qué le ves de lindo.

     Sobre gustos no hay nada escrito. En el comedor del hotel, durante la cena, coincidimos pidiendo el mismo plato y cuando brindamos con un malbec riojano, al unir las copas, le dije: Brindo por uno de los paisajes de mi libro que hoy pude conocer. – Por las razones que nos unen y por aquellas que nos habilitan a viajar por rutas distintas. Sobre gustos… aquí sí, hay algo escrito.  

 

                                                     Nidia Teresa Guarda

                                                     guarni3@hotmail.com 

                                                      Nelson, Santa Fe