Memorias de una Maestra Rural

Memorias de una Maestra Rural

 

De todas nuestras vivencias siempre existen algunas que nos definen por su significado, por la impronta que dejan en nuestras vidas. Tal vez sea un tema más profundo aún, y resulte  que ése era el propósito desde el inicio de cada ser, que transitar con alegría y fé, sin miedo dejándote llevar por tu fuerza interior te acerque a tus objetivos. En mi vida de profesional tuve la suerte de recorrer prácticamente por todos los niveles del sistema educativo; desde el nivel inicial al de la educación terciaria. Cada uno de éstos niveles con sus particularidades, con sus vaivenes, con su esencia.

Puedo afirmar que mi vida entera la recuerdo siendo docente con toda la catexia que implica, con todas las fuerzas que residen en su significado y que puedo deconstruir lo pasado e identificarme como maestra rural.

Con 20 años recién cumplidos y un bagaje inmenso de sueños, sin haber visto nunca un paisaje montaraz, con una visión romántica del impenetrable chaqueño y su gente decidí solicitar trabajo en esa zona y un soleado día de abril de 1981 llegué a una muy lejana escuela, la Nº 854 de Paraje “El Colchón” jurisdicción de J.J. Castelli departamento General Güemes de la provincia del Chaco. La desolada y solitaria escuela estaba enclavada en una loma a la orilla del arenoso camino de acceso.  Los pobladores eran en su mayoría de la etnia qom y  muy pocos criollos. Algo para destacar era el largo camino que había que recorrer  para llegar hasta el lugar: desde J:J: Castelli hasta la escuela hay más de 50 km de distancia donde tan solo los primeros 10 km eran de asfalto , luego todo tierra arenosa, una angosta huella con árboles y arbustos espinosos en su orilla  En especial recuerdo mucho monte y uno que otro rancho  y como la memoria es muy selectiva llega a mi olfato un olor único : en cierto lugar ya muy cercano a la escuela crecían unas hierbas ásperas denominada cola de zorro que numerosos zorritos y zorrinos usaban como guarida los  que se asomaban curiosos ante la novedad del ruido de  un vehículo en la zona.

El impacto al ver la escuela fue angustiante, como si algo muy  oscuro y pesado se conjugaran para aplacar mi afán de ejercer la docencia en lugares tan especiales como éste, el desaliento pareció ahogarme. Pero muy pronto dos seres maravillosos el director Sr: Anastacio y su Sra Rosalia, también docente; me dieron la bienvenida y pronto calmaron mi ansiedad. Se sumaron en la tarea de apuntalarme, varios colegas con experiencia, sobre todo Amelia, docente  y amiga que supo brindarse generosamente.

Los días fueron pasando  y todo era tan nuevo y excitante que ya no tuve dudas: llegué a  “mi” lugar. Los niños eran maravillosos  y la relación que establecimos entre los 42 alumnos de 1er grado y yo, tenía rasgos muy singulares: ellos conocían muy pocas palabras en español y yo ninguna en lengua qom.  Pero mis ganas y fuerza de voluntad pudieron más que mis miedos. Poco a poco fui creando pequeñas estrategias de comunicación, que sacaban sonrisas radiantes en esos pequeños niños. Además sus padres siempre tuvieron a la escuela y a la cultura que podríamos acercar los docente en una gran estima. Una pauta de ello es el gran interés que tenían para que manejaran con soltura el español; que pudieran leer.

Una gran ventaja que se tenía en la escuela es la habilidad especial de éstos niños de expresarse a través de las artes musicales y pictóricas. Habilidades que explotábamos como medio para la enseñanza de los aprendizajes diarios. Realizábamos trabajos de huerta y jardinería, que servían como motivación para que por grados tuviéramos nuestras pequeñas parcelas llenas de verduras y hermosas flores.

Un día llegó el momento de partir hacia nuevos destinos, a seguir caminando el impenetrable. Desde la regional IV de Castelli me ofrecieron varios cargos docentes, entre ellos  tres con función directiva y en mi anhelo de seguir creciendo acepté un cargo en la escuela Nº 917 de Paraje “Costa Rica”, como maestra de grado con cargo directivo.

La pequeña escuela se encontraba rodeada de un espeso monte de árboles espinosos: talas, vinales, cardones, cardos chuza, cardos gancho y debajo de estas especies solo plazuelas de tierra reseca que llora por un mínimo de agua. También según me contaron en los alrededores moraban diversos tipos de animales salvajes desde vizcachas hasta peligrosos pumas, ariscos tapires y guazunchos. Numerosas aves y peligrosas víboras.

Para llegar allí cargué al hombro mis alforjas llenas de sueños, y con mi pequeña hija y mi esposo atravesamos un profundo río muerto, que mostraba que tal vez hace incontables años haya corrido agua por su cauce ahora seco y arenoso, difícil y peligroso  de atravesar. La huella que seguimos era sinuosa y angosta con árboles espinosos que arañaban el vehículo acompañando el ronroneo del forzado motor.

Luego de varios kilómetros y de pronto sin aviso, detrás de una curva apareció la pequeña y descolorida escuela. Mi corazón se estrujó, la sangre corrió más rápido; el desafío me asustó. Sin tardar, llegó la oscuridad de la noche. Nada ni siquiera la luna para que la penumbra fuera menos aterradora. Ni electricidad, ni caminos, ni agua potable.

Llegó la mañana con un radiante sol. Comenzaron a asomarse algunas caritas temerosas y entonces supe que ahí debía estar. Me puse mi blanco guardapolvo y mis zapatos bien lustrados y ante dos cortas e irregulares fila de niños izamos por primera vez en ese año la blanca y celeste bandera.

Los días transcurren muy rápido cuando hay tanto qué hacer. Varios vecinos se acercaron muy pronto y comenzamos tareas de limpieza y acondicionamiento de los alrededores de la escuela. Instalamos juegos para los niños y, por supuesto dos arcos para la canchita de fútbol para  niños y adultos que comenzaron a ver a la escuela como un punto de referencia para las actividades comunitarias. Aprendimos juntos, niños y yo a respetar nuestros saberes: yo quería plantas de verduras y flores y los pequeños me enseñaron como hacer  cercos vivos de trozos de cardones, colocados uno al lado del otro para defender nuestro trabajo de animales intrusos. La pequeña huerta dio hermosas hortalizas aunque noche tras noche se las disputábamos a las innumerables vizcachas que abundan en la zona. Más de una vez todas nuestras plantas amanecían en el suelo cortadas al ras del piso, pero no nos rendíamos; tapábamos un agujero del cerco  tras otro todos los días por la mañana.

Los alumnos eran de diversas edades desde 6 hasta 16 años y cursaban todos los grados de la escuela primaria desde 1º a 7º. Siempre los alumnos mayores hacían de monitores con sus hermanitos o compañeros más pequeños. Una de las emociones más dulces y enriquecedoras es ver cómo un niño que llegó con sus apenas 6 años cumplidos, con sus ojitos tan asustados logra, antes de finalizar su primer año de escolaridad leer con su voz temblorosa todas esas historias imaginarias que tan afanosamente desgranan. Los otros, los niños “grandes” esperan  ansiosamente el recreo para jugar ya que en sus hogares no hay tiempo para eso: buscar agua, cortar leña, juntar las cabras son actividades que llenan sus días.

En 1986 tomé un cargo de Maestra Grado titular en la Escuela Nº 907 de Paraje “El Descanso” distante a 10 km de Miraflores, pueblo que en ese entonces tenía sólo 8 horas de luz eléctrica diaria. Sin caminos asfaltados; tampoco servicios de salud importantes, sólo un puesto sanitario.

Al año siguiente se jubiló el director y asumí como directora interina. Con más experiencia docente y muchas ganas de que mi nueva escuela pudiera brindar  los mejores servicios educativos a los niños de la zona , investigué, leí numerosas propuestas de otros docentes que en distintos lugares de nuestra patria combatieron la ignorancia con muy pocos recursos. Es necesario crear una pedagogía especial para escuelas rurales con niños, con necesidades diferentes a los de las ciudades, tratar de desarrollar todas las capacidades del alumnado para formar personas pensantes, autónomas, críticas y responsables. Los procesos formativos deben ser de calidad ya que la escuela rural es el único medio para la formación de los futuros ciudadanos de esos lugares alejados, debería pensarse en primer lugar cuáles son los intereses de los niños y de sus comunidades sin olvidar que debe preparárselos para desenvolverse en el mundo circundante.

La gestión de las instituciones debe ser una tarea organizada, pensada y sentida como la promotora ideal de sus alumnos y de la comunidad toda. La escuela Nº 907 constaba de una planta funcional de 4 cargos en la escuela base, dos anexos de escuela primaria distantes a seis kms. hasta la escuela base  y un anexo de escuela para adultos. También funcionó un anexo de jardín de infantes.

En la escuela hemos trabajado varios docentes que en lo posible tomábamos decisiones cooperativas: cada proyecto para el mejoramiento de la institución era compartido y cada uno pensaba de qué manera podría contribuir para lograr el éxito del mismo. La dirección coordinaba y acompaña, tomando  sólo las decisiones que le eran inherentes.

Muy pronto obtuvimos numerosos servicios para nuestros niños y sus familias: comedor escolar, refrigerio, talleres de cocina regional, talleres de costura , ropero escolar, trabajos de huerta, apoyo a las familias en situaciones especiales, contacto con padrinos de escuelas rurales, servicios de salud, encuentros religiosos.

En cuanto a la formación académica abogamos por una formación de calidad: Se trabajaba las materias académicas en forma interdisciplinar, buscando estrategias que permitan atender a todo el alumnado, se fomentaba el aprendizaje autónomo haciendo responsable a los alumnos de fases de su propio aprendizaje. Trabajamos sobre ideas rectoras basadas en que un aprendizaje integral debía promover un ambiente gratificante y provechoso. Para ello, asistió a numerosos actos y encuentros escolares en otras localidades promoviendo el intercambio con otros niños. Se participó en ferias de ciencias llegando a niveles provinciales. Los actos escolares propios convocaban a toda la comunidad y a comunidades vecinas, se realizaron viajes de estudio y recreación a lugares turísticos: Villa Río Bermejito, Chapadmalal, Córdoba, Misiones.

Un capítulo muy importante en éste camino que recorrí fueron mis colegas docentes que afanosamente me acompañaron y proveyeron de sus visiones personales al hermoso sueño de hacer de nuestra escuela un lugar cálido donde nuestros alumnos pudieran aprender con  regocijo.  También desde la supervisión de zona y regional siempre nos acompañaron, en especial el Sr Hugo Arturo Salmón.

Cuando mis hijos, Aníbal y Nancy necesitaron asistir a escuelas de educación superior debí  trasladarme a la ciudad, donde pude concretar estudios universitarios que me permitieron ampliar mis conocimientos sobre educación y adquirir experiencia en el nivel secundario y terciario. 

Las vivencias en escuelas secundarias de Resistencia me dieron una visión más precisa acerca del aprendizaje de los adolescentes: También los alumnos de esta edad buscan más que conocimientos en la escuela. Están ávidos de la mirada de un docente presente. La tarea es difícil pues la modalidad en secundaria con contenidos compartimentados hace que el contacto humano sea escaso. Igualmente si se logra que el alumno se interese y pertenezca al grupo clase los resultados son sorprendentes.

En el nivel terciario, la interpelación que realizan los alumnos  es movilizadora. Las alternativas de trabajo se multiplican y diversifican cuando hay avidez por formarse, es reconfortante poder establecer una relación simétrica donde las opiniones van y vienen, modificando creencias, haciendo que las posturas se asuman de manera casi natural.

Como reflexión y soñando que se pudiera empezar de nuevo en otra vida, volvería a ser docente; maestra rural, allí donde la pureza de una mirada me pegue directo al corazón y haga brotar en mí el más grande y puro amor. No sé si habré dejado alguna  huella, pero sí quiero decir que muchas veces jugué con cartas muy bajas, pero sin miedo y con mucho coraje di lo mejor de mí, tratando de percibir las señales que Dios dejó en mi camino.

Ángela Farías

fariasangela12@hotmail.com

Resistencia, Chaco