Introspección

Introspección

 

Dicen que la juventud es un estado del alma, yo creo que es una serie de sentimientos y pensamientos característicos como entusiasmo, rebeldía, pasiones acaloradas, apreciación por la belleza, sentido aventurero que pueden permanecer en nosotros resistiendo al paso de los años. Es el físico quien, casi siempre, acusa el inexorable paso del tiempo.  

La descripción física me lleva a recurrir al espejo, ese testigo implacable que devuelve nuestra imagen tal cual es, no como nos imaginamos que es. Hoy tengo alguna arruguita más que ayer pero seguro que menos que mañana, algunos kilitos de más y, tengo la esperanza, que sean más que los que tendré mañana. El espejo no miente, me devuelve una imagen tan diferente … 

Los años pasaron. Dicen que las arruguitas son reflejos de los años vividos, de la experiencia acumulada. Te regalo los años y las arrugas, la experiencia me la quedo, me hubiera servido tanto en ocasiones pasadas, me va a servir tanto en los años por venir …  

Aprendí a leer muy chica, a los cuatro años más o menos ya podía leer de corrido. Mi madre tenía una nutrida biblioteca, ese era el espacio donde seleccioné mis primeras lecturas, a partir de allí desarrollé mi avidez por la lectura. Comencé a leer novelas, cuentos, libros de historia, etc., algunos interesantes, otros no tanto. Me convertí en una lectora incansable. Comencé a admirar a esos autores que pueden escribir novelas, cuentos, que mantienen la atención del lector hasta el final. Me cansan los escritores demasiados descriptivos, pero al mismo tiempo pueden subyugarme las ideas que algunos de ellos plasman en sus libros. Termino de leer todos los libros, no recuerdo haber dejado ninguno inconcluso, aun cuando no me atrape, aunque a veces puedo leer algunas partes por arriba o saltearme algunas páginas. 

Hay hechos, temas que marcaron mi niñez y adolescencia, y seguramente fueron determinantes en mis decisiones posteriores. Estudié ingeniería electrónica (en directa ligazón con el hobby de mi padre), me dediqué a la docencia (la profesión de mi madre) y la investigación (la curiosidad que me lleva a terminar todos los libros).  

No me interesa que me arrebaten las arrugas de mi frente, reflejos del asombro que sentí ante las bellezas de la vida; ni las de mi boca, que demuestran cuánto he reído, cuánto he besado; ni las bolsitas de mis ojos que recuerdan mis llantos. Considero el envejecimiento como una escalera ascendente, en la cual podemos encontrar bienestar, tranquilidad de espíritu y alma, y algo de sabiduría.  

Hoy estuve atenta a la caída de las hojas que semeja una lluvia ocre o amarillenta. Las veía aterrizar sobre la vereda tendiendo un manto blando para las pisadas y pensé en lo reconfortante que resultaría marchar sobre ese manto escuchando el leve ruido que producen al romperse.  

El pasado se va incrementando. El futuro se va acortando. Disfrutemos el presente. El reloj sigue andando, las horas siguen pasando. 

 

 María Isabel Schiavon

misbambi@yahoo.com