Escuelita Rural

Escuelita Rural

 

Nací en un pequeño poblado de la provincia de Córdoba, la octava hija de una familia humilde.

Desde pequeña se me dieron todos los gustos, no me faltó nada y mucho menos amor, todo era maravilloso hasta que, teniendo 7 años, fallecía mi padre. Gran desconsuelo fue!  Desde ahí se complicó un poco mi vida, ya que tuve que ayudar a mamá en su trabajo. Estudié la primaria, en la escuela del pueblo, hermosa escuela nacional de aquellas épocas. Hice secundario completo, en un colegio religioso del pueblo vecino. Allí, me recibí de Perito Mercantil, un título que me dio muchas posibilidades laborales en esa época. Me casé a los veinte años, tuve tres hermosos hijos. Estudié para maestra, un profesorado que, lo fui cursando como me fue posible, finalizándolo en un término de cinco años.

Acababa de recibirme y mi único deseo era comenzar a trabajar, sea donde fuere ya que me gustaban mucho los niños, enseñar y tenía todo el ímpetu y la energía de los años jóvenes.

Uno de los trabajos más significativo para mí, por las características del lugar y la situación que me tocó vivir fue en la inauguración de una escuelita rural. Ella estaba situada en las Sierras altas, en un pequeño poblado por donde cruzaba un río. Aquí, no había luz, gas, ni transporte público, el colectivo que entraba a unos kilómetros del lugar no circulaba todos los días. Para obtener agua potable ya sea para beber o bañarse tenía que ir a una vertiente desde donde se la cargaba con baldes o bidones. Este trabajo se hacía día por medio más o menos, entre dos o más personas. El panorama era desolador, por momentos se hacía muy agotador, entre el trabajo de la escuela, la casa, los niños y no contar con los servicios esenciales se tornaba difícil la vida.

El cambio de estación ya se observaba y los primeros fríos se empezaban a sentir…

Los niños de las zonas serranas son muy callados, observadores y serviciales…

Llegué al lugar y me instalé como pude, dada la situación. La vivienda que iba a habitar, carecía de comodidades. Había que ocuparse de juntar leña para acondicionar la casa, para cocinar, para calentar agua para bañarse,

En fin, sólo disponía de una pequeña garrafa, con un anafe.

La casa estaba enclavada en un cerro, desde allí había que bajar al dique a pocos metros de allí ,a buscar agua para el baño. Esta tarea se realizaba todos los días.

Contaba con la ayuda de mi hijo mayor, que con su buena disposición, lo realizaba.

La escuelita era pequeña, contaba con dos aulas, una cocina, baño y una habitación para la

Directora. En una de ellas, funcionaban los primeros grados y en la otra, grados intermedios

Y altos. Yo enseñaba a un reducido grupo de niños, las primeras letras, leer y escribir.

El medio de transporte que utilizaban para llegar al establecimiento, era caminando o caballo.

Una tarde, serían como las tres o cuatro, día de mucho calor ,se avecinaba una gran tormenta, la directora se había ausentado por trámites y yo, al ser personal único, me quedé a cargo de toda la escuela, incluyendo comedor. De cuarto a sexto, que funcionaban juntos, dejé a cargo a mi hijo mayor, principalmente, por que no estaba yo allì, y de alguna forma estaba controlado.

El almuerzo ese día, fue polenta con tuco. Comencé ese día, desde temprano, a colocar la cacerola c on agua, mientras preparaba la salsa. El alumnado era de tarde, los chicos, llegaban y almorzaban

Luego, tenían un recreo. Durante ese lapso se disponía a limpiar las vajillas y cocina.

En ese momento, observo que empieza a oscurecer y grandes nubarrones se acercaban…

Tenía que tomar la decisión de esperar a que pasara la tormenta…o anticipar el horario de partida de los niños, especialmente los que se volvían a caballo. Y así se hizo, apuré a los hermanitos para que se volvieran, con toda la desesperación de que no los agarrara en el camino la tormenta. Según ellos hacían el recorrido en una hora…era realmente un riesgo dejarlos ir…pero, por otra parte, si esperábamos a que pasara, se haría muy de noche. Asique, rezando los dejé ir…

No pasó mucho tiempo sin que comenzara a llover pero, calculando ya estarían cerca de su casa.

En ese entonces, no había forma de comunicarse y tenía que esperar para saber si habían llegado,

Para una maestra, más aún en zonas rurales, es hacer de madre en muchos casos, ya que los padres no acuden inmediatamente si se caen y lastiman o si sienten mal…todo pasa por la actitud responsable del docente.

Era de noche, tenía que ir a buscar agua para bañarme y demás necesidades…hacía frío, la clara luz de la luna, ayudaba a orientarme por el sendero que llevaba a la vertiente.

Preparaba la cena, lo que había para comer no era mucho, pero algo se preparaba.

No había televisión, ni celular, asique era preparar las actividades para el día siguiente y descansar.

Así, pasaron algunos meses y como no me pagaban, tuve que ir a reclamar por mi sueldo.

La ciudad estaba bastante lejos, para hacer diligencias, como ya hacía unos cuantos meses

no cobraba, me dirigí personalmente a realizar el reclamo correspondiente.

Como iba a realizar el viaje en el día, me iba a volver en el último colectivo, que me dejaría en un cruce de caminos. Quedé de acuerdo con un lugareño que me esperaría en el lugar a caballo.

Llegó el colectivo ya de noche, se había retrasado, y por eso, no me esperaron…

Se volvieron a su casa al ver que no llegaba.

El cruce de camino, ya de noche, era difícil de darse cuenta por donde tenía que caminar.

Desconocía el lugar y estaba sola, tal fue la desesperación que para saber cuál era el

camino que tenía que tomar , comencé a caminar para los cuatro puntos un trecho, para ver si había alguna señal conocida. Pero, todo era muy parecido…

Me senté con angustia al borde del camino y lloré desconsoladamente ante la situación…

Cuando estuve calmada un poco, volví a reanudar el camino, esta vez, pensé, podría ser el que correspondía. Tenía la ventaja que, el camino, por momentos iba en bajada, era propiamente el camino de sierras. Pasé enfrente de un cementerio, notaba por momentos que había ruidos de animalitos que se movían cuando yo pasaba, pero ya no tenía miedo, me di cuenta que ese era el camino de retorno.

Así, caminé durante tres horas aproximadamente. Llegué cerca de medianoche al pueblito.

Ya todos dormían, busqué a mis hijos, que gracias a la solidaridad de los vecinos los atendieron perfectamente. Conversando brevemente con las personas que iban a ir a buscarme, dijeron que se habían ofrecido porque había pumas por la zona y que no me esperaron porque se les hacía muy de noche también a ellos.

Esta historia termina cuando al pasar tantos meses sin cobrar, me vi obligada a renunciar ya que no podía seguir costeándome más los gastos de remedios, alimentos y demás gastos.

La vida en el campo, parece sencilla pero no lo es y más aún cuando no se dispone de

recursos  para mejorar la calidad de vida de los que allí trabajan ni del lugar.

Hoy en día, y volviendo a pasar por el lugar, ha cambiado todo y ya se puede ver alumbrado

ZULEMA BEATRIZ TOBARES

zulemabtobares@hotmail.com

Alta Gracia, Córdoba