04 Oct El Secreto de la Anémona Azul
Hace tiempo, al comprar un libro, hallé en su interior un marcador decorado, con una anémona azul, que decía: “Hay una continuidad que no se rompe. ¿Por qué habría de estar fuera de tu mente, solo porque estoy fuera de tu vista?”
Supe que era un mensaje de un amigo, que ya no estaba en este plano. De ahí en más, las anémonas azules se convirtieron en señales que me indicaban algo.
A fines de la década del noventa, vino Poul, hijo de un primo de mi mamá, por primera vez a Argentina, con intención de contactar a los descendientes de la hermana de su abuela. Tras él, vinieron Gytte y Josefine; ésta última en tres ocasiones. Siempre insistían para que viajara a Dinamarca a conocer la familia, pero, por alguna razón que en ese momento desconocía, no me seducía en absoluto ese destino, si, la idea de conocer al resto de la familia. En su último viaje, Josefine, volvió a invitarme y sin saber muy bien cómo responder, dije:
-Mira, me gustaría conocer la familia, pero no me imagino hacer un viaje, para estar cada día con alguien distinto y cumpliendo horario de visita, (dado que las costumbres danesas no incluyen llegadas imprevistas). Al instante ella respondió:
-Entonces tienes que venir el año que viene, pues se hace la reunión familiar que tenemos programada cada tres años y nos reúne a todos. No podía rehusarme. Sin embargo, algo en mi interior ponía trabas.
A comienzo del año siguiente, me llamó Alicia, mi amiga y compañera de viajes, indagando acerca de cuál sería un itinerario posible. Respondí: – Si voy a algún lado tiene que ser Dinamarca, y expliqué la razón.
-Bueno, dale, organízalo y me avisas.
Pasó el tiempo sin que hiciera nada al respecto y nuevamente llamó Alicia, para invitarme a compartir un viaje a Guatemala con otra señora, respondí que no, por la misma razón.
Transcurridos unos veinticinco días, me crucé con el auto de Marcela, hija de mi amiga y con una rápida seña, pregunté por su mamá, me indicó que estaba dentro del negocio frente al que ella se hallaba estacionada. Esa misma noche la llamé, preguntando cómo había sido su viaje, para mi sorpresa, contó que no lo pudo hacer, pues había perdido el pasaporte recién renovado y finalizó: – ahora, estoy dispuesta a ir con vos, ¿organizaste algo?
-Nada, aún. Respondí riendo.
La indecisión me inquietaba y cuando ello ocurre, suelo dar un paseo por mi jardín, buscando la calma; una anémona azul, recién abierta, me sorprendió gratamente y de inmediato pensé, ¿Qué me indica? Esa misma noche, recibí el anuncio de Alicia diciendo:
-Ya organicé el viaje, vamos con Mirta a París, luego te dejamos a vos en Dinamarca y nosotras seguimos en un crucero por el Báltico; al regresar, te buscamos en Copenhague. Me alegró infinitamente, pues claramente, yo no podía resolverlo y agradecí su gesto.
El viaje superó con creces cualquier expectativa que hubiera imaginado. Poul y Josefine habían programado todas las actividades para esos días, incluyendo visitas a lugares que yo había solicitado ver. Sobre el final de mi estadía, Poul me invitó a conocer el campo de su hermano, Anders, que había pertenecido a sus abuelos; funcionaba allí un vivero de especies arbóreas; el interés en común por las plantas, me llevó a hacer muchas preguntas, incluyendo la utilización de insumos químicos, me enteré así, que el glifosato hacía años que estaba prohibido, a su vez conté, como se utilizaba en nuestro país y que había escrito un libro al respecto. Finalizada la excursión, teníamos casi dos horas para regresar, en el trayecto la conversación continuó; en un momento dado, Poul, me preguntó, cómo se llamaba mi libro. – ¡Gracias por la anémona azul! Respondí. Su reacción me sorprendió.
– ¿de dónde conoces la poesía de Munk?.-
-¿De qué poesía me hablas? ¿Quién es Munk? Pregunté.
-Kay Munk era un pastor danés que escribió muchas obras, entre ellas poesías y hay una que se llama “La anémona azul”. Instantáneamente el vello de mis brazos se erizó y en mi cuerpo la alerta se manifestó en tensión, pues de inmediato recordé la flor a la que prestara atención, días antes de mi partida, con su comentario.
– No tengo idea de su existencia. Respondí
Dos días antes de nuestro regreso, me encontré con mis compañeras de viaje, planeamos un recorrido por la capital, que incluía, la visita al palacio real , la famosa Sirenita, un museo de la Resistencia y finalizaba en un almuerzo en Puerto Nuevo. El trayecto fue tan corto, que cuando nos dimos cuenta, estábamos en el puerto, pero habíamos pasado de largo el museo. Mirta y yo regresamos para conocerlo, pues el tema de la segunda guerra mundial nos atraía y nunca habíamos visto nada relacionado a ella.
Un viejo camión ambulancia, una pieza de artillería y otras armas exhibían el mudo y violento lenguaje de aquellos días; en varias vitrinas, documentos ajados, mostraban los rostros de aquellos jóvenes, casi niños que murieron en la resistencia. Al girar mi vista en derredor, contemplé a unos cinco metros, la foto de un hombre muy sonriente, hablando con cuatro niños. La sonrisa amplia, los ojos grandes, me provocaron una descarga eléctrica, que al instante se derramó en copioso e incontenible llanto; me acerqué a leer y bajo el título de “Diario Nocturno” decía, “Kay Munk, asesinado”. Al lado, una esquela narraba, cómo ese pastor se había convertido en un gran detractor de la política de Hitler y desde el púlpito, defendía vigorosamente al pueblo judío, razón ésta, que le valió la muerte en manos de la Gestapo. La emoción violenta y el llanto inexplicable e imposible de contener, me confirmaron lo que la coincidencia significativa, señaló oportunamente; en un segundo recordé hechos de mi vida, que ahora adquirían un sentido particular y sin atisbo de duda, sentí, que yo había sido ese pastor.
Pasó más de un año, hasta que aquel descubrimiento fue certeza. Un día al despertar, noté un leve resfrío, que atrajo mi atención, pues es algo que muy raramente me sucede, busqué en “mis botiquines de papel” , el Libro “Obedece tu cuerpo, ámate” y “El libro azul de la decodificación biológica”, los posibles conflictos que dieran ese síntoma, no hallé nada que justificara el malestar; con el paso de los días éste empeoró; apareció el dolor de garganta, la tos y finalmente perdí la voz totalmente, esto era absolutamente inédito en mí. Buscando las relaciones entre efectos y posibles causas, leí que la laringitis, que así se manifiesta, “indica que el cuerpo le está diciendo que se impide hablar por un temor. Esta persona desea decir algo, pero tiene miedo a no ser escuchada o a disgustar a alguien”. Continué una semana trabajando con mis emociones, pero nada mejoró. Comenté con Cristina, mi instructora de Un Curso De Milagros, lo que me pasaba y que había decidido, por ello, ir al médico, le pareció bien, porque: “si no lo has revertido, puede que el problema provenga de un ancestro o de otra encarnación”.
Obtuve un turno con una joven médica, que de inmediato ordenó placa de pulmones y me recetó antibióticos y corticoides por bronquitis y laringitis, respectivamente. En una semana me sentí bien; pero pasado unos días, comencé a notar, al anochecer, frío en el pecho, dolor intenso en la nuca y la cabeza; durante el día me sentía bien, solo a la tardecita tenía ese malestar; igualmente acepté una invitación para escuchar a un conferencista danés, más que nada, porque quien traduciría, era una compañera del Colegio Danés. Al finalizar, tenía una pregunta para hacer, pero me sentía tan mal, que opté por irme. La inquietud me impidió dormir y por primera vez, esa mañana, los síntomas estuvieron presentes y acentuados durante todo el día. Esa noche, el dolor me obligó a pensar: si la pregunta que no efectué, tuviera que ver; continuando el hilo de mis pensamientos, intenté recordar cuando había sentido dolor de garganta, nuca y cabeza, no tenía registro de ello, solo recordé que de muy pequeña fui operada de amígdalas y entonces me pregunté: – ¿Qué no podía decir de tan chica? Como un rayo, llegó la respuesta.
En mi última encarnación fui asesinada por hablar en contra del régimen nazi y en ese momento pude entender por qué mis síntomas comenzaban al anochecer, fui asesinada de noche. Al despertarme esa mañana, me sentí increíblemente bien, ningún dolor me aquejaba. Siguiendo una corazonada, pedí a Jens, un compañero de colegio, que vivía en Dinamarca, que averiguara cómo murió Munk, su respuesta, extraída de un libro de historia, cuyo título traducido es “Dinamarca bajo la ocupación”, fue: “La policía lo encontró asesinado, con la parte posterior de su cabeza aplastada y varios disparos en la sien, efectuados a menos de un metro de distancia”
Graciela Montalivet
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